Por: Tatiana Acurio
Directora de la ACS Calandria
Es innegable el papel relevante que tienen los medios de comunicación para prevenir y erradicar la violencia de género contra las mujeres y niñas en el país, ellos son corresponsables del cambio y tienen una serie de mandatos normados en la ley N.º 30364, Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y los integrantes del grupo familiar y en los lineamientos emitidos por el Ministerio de Transportes y Comunicaciones respecto al tratamiento de las noticias sobre los casos de violencia, entre otras normas.
En este breve artículo quiero centrarme en reflexionar sobre el aporte de los medios en la prevención primaria, que está orientada a promover cambios en los patrones socioculturales en la población para desarrollar medidas protectoras y evitar que suceda la violencia.
La Estrategia Nacional de Prevención de la Violencia de Género contra las Mujeres “Mujeres Libres de Violencia”, publicada el año 2022, nos ofrece un conjunto de temas que pueden ser organizados de manera sistemática y tratados en el marco de una estrategia mediática concertada para avanzar en la perspectiva de la prevención. Por ejemplo: la crianza positiva que “propone la enseñanza a las niñas y los niños de normas de comportamiento y valores en un contexto libre de violencia” es clave, ya que en muchos hogares se considera aún que criar, educar, ejercer autoridad supone el uso de malos tratos y esto se normaliza (68,5% de niñas y niños señala haber sufrido violencia alguna vez en su hogar, ENARES 2019). Otro tema fundamental para una convivencia libre de violencia es “la educación socio emocional, que va a permitir a las niñas, los niños, las y los adolescentes, jóvenes y personas adultas adquirir y aplicar los conocimientos, las habilidades y las actitudes para desarrollar identidades saludables, manejar las emociones y lograr metas personales y colectivas, sentir y mostrar empatía por los demás, establecer y mantener relaciones de apoyo, y tomar decisiones responsables y afectuosas”. Hay que considerar que un efecto de la pandemia ha sido la afectación de la salud mental de la población, por tanto, urge aportar en este campo.
También se propone la promoción de una cultura de igualdad que “supone la participación, acceso a oportunidades y contribución de las mujeres y los hombres, de manera equitativa, en las esfera privada y pública, para que se garantice la capacidad de vivir la vida deseada y su libertad de expresión”. Pueden abordarse diversos tópicos, como el reconocimiento de la persistencia de las brechas de género y hacer seguimiento periodístico a las políticas públicas, alertar sobre los retrocesos, generar diálogo sobre la corresponsabilidad en las labores del cuidado que siguen recayendo fundamentalmente en las mujeres y tiene altos costos para su desarrollo personal, aportar al debate sobre los avances y retos para lograr la paridad en la participación política, entre otros.
Asimismo, la estrategia plantea el desarrollo de la autonomía de las mujeres que supone el logro de su bienestar y el ejercicio pleno de sus derechos en condiciones apropiadas, así como la libertad para tomar decisiones que afectan su vida.
Otro tema sensible en torno al cual hay que promover cambios urgentes es en el ejercicio de la masculinidad machista hegemónica, se propone desarrollar las masculinidades igualitarias, “se refieren a las prácticas de vivencia de la masculinidad, que resultan distantes y críticas con los patrones culturales del patriarcado, así como reconocer las dinámicas de poder donde se refuerzan formas de discriminación sistemática o estructural contra las mujeres, los estereotipos y roles de género, para generar sensibilización y cuestionar; así como, acciones concretas para actuar frente a la violencia de género, a través del compromiso con la transformación del sistema mismo de las relaciones de género en sus dimensiones económica, política, simbólica y cultural”.
Sobre los factores de riesgo se diferencian aquellos que se basan en la discriminación estructural de las mujeres como son: los estereotipos y roles de género, la tolerancia frente a la violencia de género contra las mujeres, limitaciones a la toma de decisiones y a la autonomía de las mujeres en la vida pública y privada por el control por parte de los hombres, relación entre hombres en las que predominan la agresión y falta de respeto hacia las mujeres. Y los factores que pueden aumentar el riesgo que ocurra la violencia son: la experiencia y exposición a la violencia en la niñez, la tolerancia a la violencia en general, consumo de alcohol y otras sustancias, la desigualdad socioeconómica, la violencia tolerada o perpetrada por el Estado. Otros temas que pueden revisarse en la estrategia “Mujeres libres de violencia” son la educación sexual integral y la salud sexual y reproductiva.
De otro lado, comprendiendo que es necesario generar cambios en los diversos espacios de socialización como la familia, la escuela, el grupo de pares, el barrio, espacios comunitarios, las organizaciones sociales, las instituciones, los espacios laborales; los medios pueden recoger y/o crear nuevas narrativas sobre las diversas identidades y relaciones de género y la convivencia respetuosa y en igualdad en estos espacios, pueden mostrar nuevas representaciones sociales y orientar sobre comportamientos saludables libres de violencia. Se requiere cambiar las concepciones que subvaloran y denigran a las mujeres y a todo aquello que se asocia a lo femenino.
También podrían alentar la producción de programas de entretenimiento como las telenovelas que integren los ejes temáticos descritos, desafiando estereotipos de género y discursos sexistas, que suelen estar presentes en este tipo de producciones, las mujeres no tendrían que asumir roles pasivos o secundarios, ser víctimas o ser cosificadas, ni los hombres reproducir características y comportamientos patriarcales y machistas.
Los medios pueden cuestionar, inhibir la normalización de las diversas formas de discriminación y de la violencia de género contra las mujeres. Y eso supone analizar los programas de humor o entretenimiento donde se soslaya la dignidad de las personas y se reproduce la discriminación por razón de género, orientación sexual, identidad étnica, condición social, nacionalidad. Evitar reproducir contenidos que fomenten normas sociales, ideas, actitudes, comportamientos que normalizan la discriminación y la violencia, revisando la programación en su conjunto.
Para avanzar en esta labor preventiva también es necesario tomar en cuenta los resultados de la Encuesta nacional de relaciones sociales (ENARES) que da cuenta de la tolerancia social a la violencia contra las mujeres y las niñas, niños y adolescentes. Este estudio permite identificar los aspectos en los cuales incidir para generar cambios en la mentalidad colectiva, ya que lamentablemente, más del 50% de la población sigue siendo permisiva a la violencia.
Existe un avance interesante en cuanto a guías para la cobertura periodística con perspectiva de género, uso del lenguaje inclusivo, lineamientos para el tratamiento mediático de la violencia contra las mujeres y menores, normas que regulan el rol de los medios, así como códigos de ética, experiencias referenciales, que son de utilidad para la formación y labor de las y los periodistas, que es también un aspecto a fortalecer. Igualmente, estudios globales sobre la imagen y representación de las mujeres en los medios, como el proyecto de monitoreo WACC que se realiza desde el año 1995 cada cinco años, a su vez, contamos con diversos monitoreos sobre la temática de violencia de género producidos por la ACS Calandria y aportes valiosos del observatorio de medios, iniciativa de Calandria y CONCORTV, que nos alerta respecto al tratamiento mediático de la violencia de género contra las mujeres.
Los medios de comunicación a nivel nacional (prensa, radios y televisoras educativas, comunitarias y comerciales) conscientes de su responsabilidad pueden aportar a cambios culturales y sociales que abonan a la prevención primaria, sumando esfuerzos con las organizaciones de sociedad civil y las instituciones que forman parte del Sistema Nacional para la Prevención, Sanción y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres e Integrantes del Grupo Familiar, pues deconstruir pensamientos machistas, patriarcales tan arraigados en nuestra cultura es un reto muy grande que amerita un trabajo articulado, sinérgico y sostenido.