Por: Igor Yamil Valverde Rodríguez
Consultor y docente en Género, Violencia y Masculinidades
Hay una dinámica que suelo desarrollar en talleres con hombres adultos, se trata de completar la frase: “El hombre es…”, con lo primero que venga a sus mentes. Entonces cada participante hace un comentario rápido y al revisar sus respuestas, tiende a repetirse una, adivinen cuál.
“El hombre es el responsable de la familia”, esa es, con algunas variaciones, pero generalmente suelen coincidir en esa expresión. Podría decirse que es la manera en cómo ellos definen su hombría, no desde la fuerza o la valentía, sino desde un rol que deben cumplir. ¿Qué implica esto?
Si profundizamos, notaremos que hay al menos tres aspectos clave sobre la masculinidad en cuestión. Planteémoslo así, al decir “responsable” se refieren a sustentar económicamente (“el hombre para la olla”, es otra expresión recurrente también); asimismo, cuando dicen “familia”, definitivamente piensan en la compuesta por un hombre y una mujer, cisgénero y heterosexuales, que procrean hijas/os. Por tanto, volviendo a la frase incompleta: “El hombre es…”: 1) heterosexual, 2) procreador y 3) proveedor.
En esa línea, podríamos decir que la paternidad otorga el estatus masculino, de ahí que para los hombres formar familia tenga especial relevancia. Puede parecernos que ellos huyen del compromiso familiar, pero en realidad no es así, a fin de cuentas, está en juego su identidad masculina. Quiero decir, seguramente a los hombres les cuesta involucrarse de forma afectivamente responsable en la vida familiar, pero eso no significa que no estén buscando activamente ser padres, o al menos procrear, porque eso, repito, los confirma hombres heterosexuales. Quizá, justamente por ese ímpetu de procreación, es que hay tanto padre ausente, porque les bastó con procrear para sentirse hombres.
No obstante, el modelo patriarcal manda que también sostengan económicamente a su familia (procreador) y vivan con ella (para asegurar la heterosexualidad, quizás), en otras palabras, que sea el jefe del hogar. Un hombre bien logrado, cumple con proveer a los suyos, pero no a nivel emocional ni de cuidados (eso es para la madre), sino como quien sostiene su propiedad. Entonces, como provee, merece ser reconocido como autoridad; en otras palabras, ser hombre-heterosexual-padre, bajo este modelo, es una vía de acceso para gobernar sobre sus hijos y sobre la mujer con quien los tuvo.
Por todo ello, aunque las lógicas patriarcales están interiorizadas y automatizadas, si se quiere una sociedad igualitaria y libre de violencia, deconstruir los significados paternales es indispensable. Primero, a nivel individual, los hombres debieran revisar su deseo de paternidad, cuestionar los modelos tradicionales y se replantearse el sentido de ser padres, más allá de la confirmación de hombría y heterosexualidad. Aquí la pregunta: “¿Por qué y para qué quiero ser padre?”, puede ayudar.
Segundo, para los que ya son padres, la recomendación es: “Deja de sentirte autoridad”. Cada vez que digo esto, los padres tienden a verme a extrañados, incluso molestos, su masculinidad se resiste. No obstante, cuando uno se ve por fuera de esa posición de poder, se abre a encuentros más afectuosos y a relaciones más cercanas. A muchos les cuesta verse sin esa autoridad, temen perder el respeto de sus hijos, y sí, hay que “perder” ese “respeto” (que suele ser miedo), para ganar amor.
Para terminar, quiero recordar que no basta con la reflexión personal, sino que ésta ha de conducirnos a la lucha política. Hay un sistema político-económico que forma hombres útiles para sus fines, que explota sus cuerpos y fomenta, a su vez, que ellos exploten los cuerpos de las mujeres. Si realmente queremos un mundo para nuestros hijos, nos toca cuestionar el sistema, cambiarlo y cambiarnos.